Los riñones son unos órganos fundamentales para nuestro organismo, son los encargados de filtrar y eliminar toxinas de la sangre, equilibrar adecuadamente los líquidos del cuerpo, controlar la presión arterial, estimular la producción de sangre y mantener los huesos sanos, entre otras muchas funciones.
Cuando los riñones fallan, los productos de desecho se acumulan en el cuerpo y es necesario recurrir a tratamientos que reemplacen la función renal. Pueden dañarse por varias razones, siendo unas de las principales en nuestro país la Diabetes Mellitus y la Hipertensión Arterial, aunque pueden ser distintos los padecimientos que los afectan y provocan Enfermedad Renal Crónica (ERC).
Existen tratamientos que suplen la función renal como la hemodiálisis o diálisis peritoneal, pero este tipo de terapias obligan al paciente a depender de una máquina y a cuidados extenuantes que deterioran su salud, calidad y esperanza de vida. Actualmente el trasplante de riñón es la mejor opción, ya que permite a la persona recuperar su vida en todos los sentidos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el trasplante renal es el tratamiento de elección más frecuente en todo el mundo.
Un trasplante de riñón se realiza colocando el nuevo órgano en la parte baja del abdomen. Por lo general, al momento de la conexión, el nuevo riñón comienza a desempeñar sus funciones inmediatamente.
Los riñones provienen de donadores vivos como familiares o amigos; o bien de donadores en muerte encefálica, quienes en vida manifestaron su deseo de donar o sus familiares autorizan el uso de sus órganos para ayudar a otras personas.